Migr´Art Territorios y desplazamientos.

 

La Mitad del Camino de Silvia Gruner

por Caroline Perrée

 

El tiempo atraviesa la obra de Silvia Gruner (1959, México) haciéndose presente a través de las cuestiones del cuerpo, la memoria y la identidad. La artista filma acciones inútiles que sólo tienen por objeto revelar el ritmo del movimiento. De ahí que recurra al video, mostrando la dialéctica visual creada ya sea por un movimiento vertical, como el collar sumergido regularmente en el agua en 500 kilos de impotencia (o de posibilidad) (1998), o por una línea horizontal, que representa el paso de un tiempo productivo simbolizado por los coches y los barcos. El tiempo y el movimiento están conectados en una percepción cíclica, es por eso que el motivo circular es recurrente como en la boca en In situ (1995) o en la fuente en Centinela (2007). Esta obra pone también en escena el movimiento del agua, que se opone a la verticalidad estática del personaje que la mira. El círculo también remite al cuerpo y sus orificios en una dimensión erótica asociada con el placer de la repetición. El cuerpo es el objeto de una interrogación acerca de la identidad personal con relación a la historia colectiva, en particular la mexicana, por lo cual se explica la omnipresencia de los elementos prehispánicos: figuras femeninas, utensilios de cocina, piedras volcánicas... La artista conecta el tiempo, la historia y la memoria a través del empleo de objetos culturales y de las formas mismas de las obras, construyendo de esta manera un espacio arquitectural propio.

 

La obra La Mitad del Camino ha sido creada in situ durante la bienal In'Site en 1994. La instalación está formada por 111 reproducciones en yeso de la diosa azteca del parto Tlazoltéotl que representa la tierra, la renovación, el sexo y el nacimiento. Estas reproducciones fueron instaladas sobre el muro de la frontera en el barrio Libertad, que es uno de los más peligrosos de Tijuana. La creación y la instalación se hicieron con la ayuda de los habitantes. La obra representa a la vez una figura profiláctica y talismánica para los migrantes que atraviesan la frontera dejando su cultura atrás, así como un símbolo de renacimiento a través del paso a la cultura de otro país. Los migrantes fueron sensibles a esta presencia de su pasado justo antes de cruzar, ya que varios de ellos se llevaron estatuas para cruzar la frontera, sin importar su peso. Aquí se encuentran los temas de predilección de la artista: la repetición de la forma y el empleo de una figura prehispánica para recordar la presencia de la historia colectiva en el destino individual. Tanto del lado de los habitantes como de los migrantes, la obra pone en juego esta relación. Por medio de la estatua, la artista crea lazos entre unos y otros, así como entre estas comunidades y el arte.