Río Bec, un sitio maya extraordinario
El templo maya perdido que no estaba perdido, ni era un templo
En junio de 1973, el New York Times publicó un artículo titulado “Mayan Temple Lost for 60 Years Is Rediscovered”, relatando el “redescubrimiento” del famoso Templo B de Río Bec —un edificio que había cautivado al mundo académico norteamericano, tanto por la calidad de su arquitectura y su excepcional estado de conservación, así como por el misterio que rodeaba su ubicación exacta.
1. The New York Times, 12 de Junio de 1973.
El “descubrimiento” de este edificio ha sido atribuido al arqueólogo estadounidense Raymond E. Merwin, quien dirigió varias expediciones en las tierras mayas por el Museo Peabody de la Universidad de Harvard. En su informe, Merwin describe el edificio como el mejor preservado encontrado en la región, con seis habitaciones flanqueadas por dos torres y coronadas por una crestería adornada con mascarones y figuras humanas. Con sus características y su decoración distintivas, el edificio se convirtió en el ícono del estilo arquitectónico Río Bec. Desde la década de 1930, una maqueta del edificio, elaborada a partir de los planos y fotografías de la expedición Peabody, destacaba en el Salón Mexicano del Museo Americano de Historia Natural en Nueva York. En cuanto al edificio original, fue pronto cubierto por la vegetación y se convirtió en un enigma su ubicación. ¡Pero no para todos!
2. Maqueta del Edificio B de Río Bec (Hay 1935, p135).
Detrás de la historia narrada en el artículo del New York Times, la del “redescubrimiento” del edificio por los documentalistas Suzanne y Hugh Johnston, hay otra historia. Esta historia es la de los madereros y chicleros que han recorrido la región desde los finales del siglo XVIII y la llegada de las industrias madereras y del chicle al sureste campechano. Juan de la Cruz Briceño (1934-2006), quien llevó los documentalistas al edificio B, fue uno de ellos. Para Juan y otros habitantes de la región, este edificio no estaba perdido, ni esperaba ser redescubierto, sino que era un elemento del paisaje y un testimonio de los que vinieron antes. Era una ruina más entre muchas otras; un lugar para refugiarse o descansar, como lo demuestra una lata encontrada al pie del edificio durante la expedición Johnston. Y se puede suponer que los lugareños que acompañaron a Merwin compartían esta perspectiva. Ellos no necesitan mapas detallados ni escritos académicos para ubicar estas ruinas. Su conocimiento y familiaridad con el territorio los hace protagonistas de la historia de descubrimiento y redescubrimiento de las ruinas de Río Bec y otros sitios en el área maya.
3. Diario de la expedición Johnston (Johnston y Johnston, 1974).
Desde entonces, el edificio B ha sido liberado de sus escombros, para ser objeto de estudios arqueológicos. Su excavación arrojó luz sobre numerosos hallazgos, como amplias banquetas interiores, sugiriendo que el templo había sido, en realidad, una opulenta residencia. Para los residentes del Veinte de Noviembre, quienes hoy en día guían a los visitantes en Río Bec, este edificio también se ha convertido en una riqueza del patrimonio. Es uno de los varios vestigios del pasado que no se habrían localizados, liberados, y estudiados sin su ayuda.
4. El Edificio B6N1 en 2006 (© Proyecto Río Bec I).
Para saber más:
Sobre la historia de la maqueta del edificio Río Bec B:
Hay, Clemence L., 1935. A Contribution to Maya Architecture. Rio Bec « B », a Temple in the Heart of Yucatan Is Restored in Miniature at the American Museum. Natural History 36(1):29–33.
Sobre la expedición Johnston en Río Bec:
Johnston, Hugh, and Suzanne Johnston, 1974. Temple B: Diary of Discovery. Dartmouth Alumni Magazine 66(6):26–31.
Sobre las primeras excavaciones de edificio RÍo Bec B:
Thomas, Prentice M., and L. Janice Campbell, 2008. Excavations at Rio Bec Group B, Structure 6N-1, Campeche, Mexico. Estudios de Cultura Maya 31:123–148.
En junio de 1973, el New York Times publicó un artículo titulado “Mayan Temple Lost for 60 Years Is Rediscovered”, relatando el “redescubrimiento” del famoso Templo B de Río Bec —un edificio que había cautivado al mundo académico norteamericano, tanto por la calidad de su arquitectura y su excepcional estado de conservación, así como por el misterio que rodeaba su ubicación exacta.
El “descubrimiento” de este edificio ha sido atribuido al arqueólogo estadounidense Raymond E. Merwin, quien dirigió varias expediciones en las tierras mayas por el Museo Peabody de la Universidad de Harvard. En su informe, Merwin describe el edificio como el mejor preservado encontrado en la región, con seis habitaciones flanqueadas por dos torres y coronadas por una crestería adornada con mascarones y figuras humanas. Con sus características y su decoración distintivas, el edificio se convirtió en el ícono del estilo arquitectónico Río Bec. Desde la década de 1930, una maqueta del edificio, elaborada a partir de los planos y fotografías de la expedición Peabody, destacaba en el Salón Mexicano del Museo Americano de Historia Natural en Nueva York. En cuanto al edificio original, fue pronto cubierto por la vegetación y se convirtió en un enigma su ubicación. ¡Pero no para todos!
Detrás de la historia narrada en el artículo del New York Times, la del “redescubrimiento” del edificio por los documentalistas Suzanne y Hugh Johnston, hay otra historia. Esta historia es la de los madereros y chicleros que han recorrido la región desde los finales del siglo XVIII y la llegada de las industrias madereras y del chicle al sureste campechano. Juan de la Cruz Briceño (1934-2006), quien llevó los documentalistas al edificio B, fue uno de ellos. Para Juan y otros habitantes de la región, este edificio no estaba perdido, ni esperaba ser redescubierto, sino que era un elemento del paisaje y un testimonio de los que vinieron antes. Era una ruina más entre muchas otras; un lugar para refugiarse o descansar, como lo demuestra una lata encontrada al pie del edificio durante la expedición Johnston. Y se puede suponer que los lugareños que acompañaron a Merwin compartían esta perspectiva. Ellos no necesitan mapas detallados ni escritos académicos para ubicar estas ruinas. Su conocimiento y familiaridad con el territorio los hace protagonistas de la historia de descubrimiento y redescubrimiento de las ruinas de Río Bec y otros sitios en el área maya.
Desde entonces, el edificio B ha sido liberado de sus escombros, para ser objeto de estudios arqueológicos. Su excavación arrojó luz sobre numerosos hallazgos, como amplias banquetas interiores, sugiriendo que el templo había sido, en realidad, una opulenta residencia. Para los residentes del Veinte de Noviembre, quienes hoy en día guían a los visitantes en Río Bec, este edificio también se ha convertido en una riqueza del patrimonio. Es uno de los varios vestigios del pasado que no se habrían localizados, liberados, y estudiados sin su ayuda.
Para saber más:
Sobre la historia de la maqueta del edificio Río Bec B:
Hay, Clemence L., 1935. A Contribution to Maya Architecture. Rio Bec « B », a Temple in the Heart of Yucatan Is Restored in Miniature at the American Museum. Natural History 36(1):29–33.
Sobre la expedición Johnston en Río Bec:
Johnston, Hugh, and Suzanne Johnston, 1974. Temple B: Diary of Discovery. Dartmouth Alumni Magazine 66(6):26–31.
Sobre las primeras excavaciones de edificio RÍo Bec B:
Thomas, Prentice M., and L. Janice Campbell, 2008. Excavations at Rio Bec Group B, Structure 6N-1, Campeche, Mexico. Estudios de Cultura Maya 31:123–148.